Los nuevos populistas, tanto de derechas como de izquierdas, no descalifican la democracia, aunque sí al sistema. La democracia como palabra y como concepto sigue teniendo una connotación positiva, y si algo han aprendido los demagogos de hoy en día es que tras la Segunda Guerra Mundial y el horror de Auschwitz no se puede desarrollar la acción política de una manera tan descarada como hicieron los fascismos y el estalinismo en el período de entreguerras. Sin embargo, la finalidad última de los extremismos de hoy en día no es tan dispar. Es decir, persiguen la liquidación del liberalismo político y la pluralidad social.
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