A finales de octubre, cuarenta y ocho horas de manifestaciones pusieron fin a la tentativa del presidente Blaise Compaoré de mantenerse una vez más en el poder. Su derrocamiento abre un periodo incierto de transición, observado en toda África como una prueba. Unidos en masa para defender un Estado de derecho y una mejor redistribución, los burkineses esperan la organización de unas elecciones libres e incuestionables.
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