El cuadro de Perseo y Andrómeda es una de las obras más alabadas del pintor alemán Anton Raphael Mengs y ha sido considerado un hito del ideal Neoclásico de belleza. Supone la culminación de un proceso de reflexión que emprendió este artista y que interpretamos como una suerte de camino intelectual hacia el arte griego que le convirtió en uno de los abanderados del movimiento neoclásico. En la dialéctica abierta en el siglo XVIII acerca de la superioridad del arte antiguo o moderno, Mengs tomó una posición particular al abogar por la defensa de una pintura que, a su juicio, superaba la escultura clásica, insuperable para los parámetros de la época.
Las peripecias por las que tuvo que pasar este lienzo, antes de llegar a su actual ubicación en el Museo del Ermitage de San Peterburgo, es lo que hasta ahora nos era desconocido. Esta pintura fue un encargo realizado por un aristócrata galés. Nunca llegó a su destino pues la nave inglesa en la que viajaba fue capturada por dos buques franceses en el Mediterráneo y la carga adquirida por el rey de España Carlos III. Este lienzo fue la única obra que no se trasladó a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y se regaló al ministro de Marina francés quien, poco interesado en las Bellas Artes, lo vendió en subasta siendo adquirido por la emperatriz Catalina II.
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