Escondido, adherido al fango cual salicornia, con la cara a centímetros del sedimento acumulado por la paciencia que solo la naturaleza puede mostrar, aislado por el griterío de las idas y venidas de zarapitos, correlimos y chorlitejos, y envuelto en el aroma de la esencia del Cantábrico, el salitre. Así, se fotografían limícolas en las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel.
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