Desde hace algunas décadas, el tiempo acelerado del capital ha sustituido los tiempos largos y complejos de los procesos sociales, también el tiempo de la infancia. Como una especie de pedagogía invisible, este tiempo se ha instalado en las escuelas infantiles, privando de sentido la tarea que se hace y ocasionando una sensación de fracaso. La autora propone el encuentro, el juego y la construcción colectiva de narrativas como instrumentos de resistencia y como base para la formación política de todos los actores implicados en la educación.
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