En las relaciones entre EE UU y la UE pocas iniciativas políticas pueden ser consideradas como realmente ambiciosas y transformadoras, capaces de cambiar las reglas del juego.
El Acuerdo TTIP, Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión, es todo esto e incluso más. Este Acuerdo no solo dinamizará el crecimiento a ambos lados del Atlántico;
potencialmente también puede alterar los flujos globales de comercio de bienes y servicios, redefinir las cadenas globales de producción y dar lugar a nuevas estrategias por parte de las multinacionales, en la medida en que consiga armonizar la regulación transatlántica y eliminar los costes e ineficiencias de las barreras arancelarias y no arancelarias. El TTIP también puede fortalecer el eje económico EE UU-UE frente a países emergentes, en especial China, y frenar así la erosión en las relaciones transatlánticas. En efecto, el TTIP es una de las iniciativas políticas más importantes que existen en Washington y Bruselas.
Con un poco de suerte, se podrá alcanzar un acuerdo que ponga fin a una década de dificultades en la relación transatlántica.
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