Jorge Luis Borges y José Agustín Goytisolo. Tan distintos de ideología, tan diferentes ambos, pero tan parecidos en esa construcción de la voz personal que oscila entre lo universal y lo íntimo, tonalidad elegíaca y celebratoria, el punto de inflexión de la ironía, la acción reflexiva y vitalista de lo urbano, el culto hacia la madre, el respeto hacia el padre, la pasión por la historia, los clásicos y la filosofía, esa incontenible sed de universalidad que ambos experimentan hacia otras culturas, la memoria, la condición imprescindible de ser antes que nada lectores, la duda como conocimiento, el convertir en literatura su propio entorno, su territorio de origen, la extrañeza, y sobre todo, y por encima siempre del creador, la verdad del poema que acaso resida también en ese punto de inflexión que Borges sugiere: “Lo que pierde el olvido y la mirada transforma”.
Jorge Luis Borges y José Agustín Goytisolo. Tan distintos de ideología, tan diferentes ambos, pero tan parecidos en esa construcción de la voz personal que oscila entre lo universal y lo íntimo, tonalidad elegíaca y celebratoria, el punto de inflexión de la ironía, la acción reflexiva y vitalista de lo urbano, el culto hacia la madre, el respeto hacia el padre, la pasión por la historia, los clásicos y la filosofía, esa incontenible sed de universalidad que ambos experimentan hacia otras culturas, la memoria, la condición imprescindible de ser antes que nada lectores, la duda como conocimiento, el convertir en literatura su propio entorno, su territorio de origen, la extrañeza, y sobre todo, y por encima siempre del creador, la verdad del poema que acaso resida también en ese punto de inflexión que Borges sugiere: “Lo que pierde el olvido y la mirada transforma”.
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