La Ley de Cámaras de Comercio e Industria, expedida por el presidente Lázaro Cárdenas en 1936, y la Ley Federal del Trabajo de 1931, llevaron a la industria textil mexicana a reorganizarse en dos vertientes: la unión de las empresas por un lado, y por el otro la unión de los empresarios. La primera vertiente dio lugar a las Cámaras de la Industria Textil, y la segunda a las Asociaciones de Empresarios o de Industriales Textiles; éstas integradas por personas físicas, y aquéllas por personas morales (o jurídicas y sociales). No se trataba, evidentemente, de organizaciones rivales, porque los intereses de unas y otras coincidían.
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