Desde sus comienzos, y a diferencia de otras teorizaciones acerca de la psicosis (biológicas, psicológicas, sociales), el psicoanálisis de orientación lacaniana siempre ha concedido un valor esencial a la vertiente simbólica en la comprensión de la locura. El lenguaje, el significante del Nombre del Padre, y su ausencia a través de un mecanismo especifico (forclusión), han sido los instrumentos que han venido a clarificar, tanto la causa como su descalabro final. Es esta misma especificidad causal la que nos ha permitido sostener que no es loco el que quiere, sino el que puede. Pero además, en sus últimos años de enseñanza, Lacan ha sabido interrogar a la esencia de la locura hasta hacer de ella el núcleo originario del ser parlante.
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