La concepción patrimonial y el inflamado ímpetu religioso de Felipe II, en el marco de la compleja política exterior del siglo XVI, provocaron la presencia de las tropas castellanas en numerosos campos de batalla europeos. Durante su gobierno el rey contempló la creciente hostilidad internacional, bien por factores estratégicos, bien por un no disimulado afán imperialista, sin olvidar algunos elementos ideológicos, pues el monarca se consideraba defensor de la cristiandad. Los Tercios de Flandes, con el Gran Duque de Alba, ejercitaron su función militar, pero también actuaron como buscadores, acopiadores y custodios de numerosas reliquias depositadas en los territorios europeos septentrionales.
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