El cáncer puede convertirse en una experiencia traumática; en otras ocasiones hay experiencias traumáticas anteriores al proceso neoplásico, en otras son coincidentes en el tiempo, y en otros casos incluso se producen experiencias traumáticas tras ser supervivientes de cáncer. También estos conservan rasgos de personalidad de tipo resiliente.
Muchos pacientes tienen rasgos de personalidad típicos del patrón de conducta tipo C (tristeza, indefensión, poca expresión emocional, etc.), que son opuestos a las características de la personalidad resiliente, por lo que las personas capaces de fomentar su resiliencia podrían prevenir la aparición del cáncer o, si aparece, afrontarlo mejor.
La relación entre cáncer y trauma también puede extenderse a los familiares (por ejemplo, padres de niños con enfermedad oncológica).
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