En este artículo se argumenta que el suicidio a una edad avanzada de la vida debe ser motivo de gran preocupación y justifica que se centre en ello la atención de investigadores, profesionales de la asistencia sanitaria, responsables de la toma de decisiones políticas y sociedad en general. Se revisa la evidencia existente respecto a los factores que sitúan a los ancianos en un riesgo de suicidio o que les protegen de ello. Los autores introducen el concepto de que las intervenciones de prevención del suicidio van dirigidas a individuos o grupos de diferentes niveles de riesgo en diferentes puntos de la trayectoria de desarrollo que lleva a la muerte por suicidio, y ofrecen ejemplos y recomendaciones para su aplicación combinada estratégica con objeto de crear una respuesta efectiva, en el ámbito de la sociedad, frente al problema creciente del suicidio en las personas de edad avanzada.
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