Las prácticas de la solidaridad no han permanecido estáticas en los últimos siglos. Con la modernización europea, y sobre todo a raíz de la II Guerra Mundial, se fueron abriendo paso formas de solidaridad a gran escala, llevadas a cabo por instituciones estatales. Esas expresiones de la solidaridad vienen conviviendo con otras que surgen del mundo asociativo.
La relación entre estos dos tipos de solidaridad suscita problemas diversos. Las asociaciones solidarias se mueven en un terreno en el que la ambivalencia es inevitable, y, como tantas veces se ha subrayado, necesitan conquistar una autonomía, no sólo en el aspecto financiero, que con frecuencia tiende a encogerse. La relación entre profesionales y voluntarios es otra de las cuestiones que demandan una renovada reflexión. Los debates sobre los modelos asociativos necesitan permanecer abiertos y vivos, aunque, a menudo, parecen bloquearse dadas las dificultades para hallar soluciones satisfactorias a los problemas planteados.
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