A mediados del siglo XIX Japón empezó a ser conocido en occidente, convirtiéndose su arte en motor de influjos que fecundaron el arte occidental, ávido de renovación. Tuvieron gran importancia las estampas grabadas denominadas “ukiyo-e”, que fascinaron tanto por la imagen exótica de Japón, como por mostrar a los occidentales unas concepciones estéticas nuevas que “calaron profundamente en el ambiente artístico de la época ávido de renovación”.
También trata sobre el movimiento estético del “japonismo” barcelonés y la importancia de la familia Masriera en su desarrollo, aglutinado en torno suyo, dicho movimiento, hasta llegar a hacer del mismo bandera del esteticismo decadente barcelonés de fin de siglo e ingrediente fundamental del “Modernismo”.
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