"Somos ridículos", clamaba el 10 de abril Geneviève Fioraso, la ministra francesa de Educación e Investigación: "nuestras universidades no ofertan suficientes cursos impartidos en inglés". Desde principios de los años 1990, los Países Bajos recomendaron que la lengua de Shakespeare se implantara en la formación superior. ¿Invitan los resultados a seguir su ejemplo?
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