A partir de la metáfora del Palacio de Cristal Sloterdijk desarrolla un análisis filosófico-arquitectónico de cómo el capitalismo liberal encarna una particular voluntad de excluir el mundo exterior, de retirarse en un interior absoluto, confortable, decorado, suficientemente grande como para que no se perciba el encierro. La transparencia del Palacio genera la ilusión en los habitantes de los márgenes de poder participar de su confort y seguridad. El palacio se hace desear, se propone como ideal de desarrollo para los "perdedores de la Historia" ocultando las fronteras que los dividen, invisibilizando sus rigurosas medidas de control.
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