En Colombia, la enseñanza del arte adscrita a la universidad cuenta con la Escuela Nacional de Bellas Artes, fundada por Alberto Urdaneta en 1886, como su pionera y gran antecedente. La Escuela, de hecho, fue modelo directo de varias en el país, como la de Bucaramanga, la de Cali y la de Popayán (Vásquez, 2008, p 139-140). El Estado, bajo la presidencia de Rafael Núñez, apoyó la empresa largamente perseguida por el General Alberto Urdaneta, su gestor y primer director, quien veía la importancia de dotar al país de una institución en la cual los ciudadanos pudieran instruirse en las distintas artes. Así, la escuela reunió bajo el techo del Co- legio San Bartolomé nueve secciones: arquitectura, escultura, pintura, dibujo, aguada, grabado en madera, ornamentación, anatomía artística y música. A todas luces Núñez y su Gobierno regeneracionista vieron en la Escuela una manera eficiente de simbolizar los avances del país, su vocación de progreso así como los bien encaminados procesos civilizatorios. Por otra parte, en ese momento histórico, ubicado justamente en el tránsito entre una economía agraria y una economía industrial, era definitivo construir una ideología que infundiera en el ciudadano el amor por el trabajo1.
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