La participación de los trabajadores en las empresas es una fórmula positiva que permite que las entidades económicas y los trabajadores afronten los nuevos retos tecnológicos, productivos y de internalización desde la regulación política de la tensión entre los intereses del capital y los del trabajo. Además, se configura como un aspecto básico de las relaciones entre el Estado y las empresas, porque la participación de los trabajadores contribuye a la creación de riqueza en condiciones de un mejor reparto de las rentas. En los países europeos en los que se han desarrollado fórmulas de este tipo han conseguido superar la crisis conómica con menores costes sociales que en los que no se aplican.
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