Lo que permite a un niño (y posteriormente al adolescente y al adulto) utilizar su capacidad creativa y transformadora de lo inquietante, es la identificación con un objeto con función de réverie. Si dicha función es insuficiente, abundará la intolerancia a la realidad y la tendencia a la identificación proyectiva. Además, el niño permanecerá en la búsqueda constante del buen objeto y en la reanimación del objeto muerto (resultante de la vivencia de no contención emocional por parte del adulto), como forma de contrarrestar un dolor psíquico insoportable. El niño se identifica con el objeto madre que contiene y gratifica y también al objeto insuficiente o fallido, dando así lugar a un psiquismo poblado por objetos buenos y malos. En el encuentro con su analista, podrá ir sintiendo, figurando y posteriormente poniendo palabras, a todo aquello que ha quedado fijado en el psiquismo de forma devastadora. Ello permitirá al niño ir viviendo la experiencia de transformación y creación de un estado de cosas internamente más favorables para su vida.
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