Sin duda, la característica más relevante del espectro autista lo constituye la invarianza o, dicho de otra manera, la tremenda rigidez cognitiva que presentan estos pacientes. La hipótesis de la disfunción ejecutiva en el autismo se basa en la llamada `metáfora frontal´, que estudia las similitudes existentes entre los pacientes que han sufrido lesiones en los lóbulos frontales y las personas autistas. Las múltiples conexiones de las regiones prefrontales con casi todas las estructuras corticales y subcorticales permiten explicar que no todo mal rendimiento en pruebas consideradas ejecutivas es la consecuencia de lesiones frontales ni todas las lesiones frontales producen pobres resultados en los tests ejecutivos. La explicación `disejecutiva´ intenta comprender determinados síntomas presentes en las personas con autismo tratando de integrar datos neurobiológicos, cognitivos y conductuales. La función ejecutiva se evalúa a menudo usando tareas neuropsicológicas formales, como el test de clasificación de tarjetas de Wisconsin, una medición de la inhibición y la flexibilidad, o la torre de Londres, un test de planificación. Muchos estudios han mostrado que individuos con autismo se desempeñan pobremente en esta tareas. Pacientes con síndrome de Asperger, que logran resolver correctamente las tareas mentales de segundo orden, las cuales requieren un pensamiento recursivo sobre los estados mentales (predecir lo que una persona piensa acerca del pensamiento de otra), no superaban las pruebas de función ejecutiva.
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