Como gran adalid del Juanramonismo, reconoce que debe frenar en seco con frecuencia a todos aquellos que utilizan �la superchería y la calumnia� contra un poeta que nunca fue entendido, incluso por algunos de sus discípulos encuadrados en la mítica Generación del 27.
Y todo porque no se callaba jamás lo que pensaba. Claro y cristalino siempre, como su obra en general, como ese borrico tan suave �que se diría todo de algodón�.
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