Cuando unos sucesos de la trascendencia y la gravedad para nuestro país como el intento de golpe de Estado, perpetrado el 23 de febrero de 1981, no han sido suficientemente aclarados por quien tenía la responsabilidad de hacerlo, surge un espacio vacío de información que puede ser ocupado con facilidad por actores que representan diferentes intereses, incluso intenciones espurias. Y de hecho eso está ocurriendo desde entonces, con mayor o menos intensidad.
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