Las recientes elecciones presidenciales en Costa Rica produjeron fuertes realineamientos políticos. El Partido Acción Ciudadana (PAC) desplazó al tradicional Partido de Liberación Nacional (PLN) y se hizo con la Presidencia luego de que el candidato «liberacionista» renunciara a participar de la segunda vuelta. Estos resultados, junto con la emergencia de una alternativa progresista representada por el Frente Amplio (FA), son el reflejo del malestar ciudadano frente a un modelo político y económico históricamente marcado por el «consenso», alterado con las reformas neoliberales y erosionado por el aumento de la corrupción y el debilitamiento de la «excepcionalidad costarricense».
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