Para que el ser humano siga siendo feliz, para que el transformismo humano, llevado al límite por las nuevas ciencias de la biología y la neurociencia, no acabe destruyendo al hombre, el diálogo entre ciencia y moral es más necesario que nunca.
El hombre, como escribiera Max Planck, necesita ser completado por una ciencia inspirada en un humanismo abierto a la trascendencia
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