Con ayuda de la publicidad, los objetos producidos por las empresas se convierten en imaginarios. Los objetos publicitarios, por tanto, son metáforas de la realidad. Los productos contraen la esfera de lo real y la expanden en un mundo imaginario. Hay una transformación de lo real, que se instituye en imaginario. En este sentido, la publicidad ha influido en el hecho de que lo simbólico haya adquirido de forma paulatina un mayor peso específico en nuestra conciencia y en nuestra manera de conocer el mundo que nos rodea. La publicidad puede ser entendida como un signo de nuestros tiempos y un actor esencial del espacio público, que entra en las costumbres y a formar parte del mobiliario de nuestra sociedad y como una de las fuentes de comunicación persuasiva más densa en torno a la situación cultural de la sociedad.
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