Murió hace ahora dos mil años, tiempo que no ha podido borrar el legado político del primer emperador romano. Cayo Octavio Augusto gobernó 43 años y refundó Roma; empezó como un joven inexperto y advenedizo, para terminar como Augusto, título que llegó a sus sucesores. Aunque nunca quiso ser rey, ejerció como tal.
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