El discurso de persecución religiosa era previo a la proclamación de la Segunda República y fue utilizado desde un principio contra ella. Junto con las primeras medidas secularizadoras, estos discursos generaron un estado de ansiedad religioso, tendente a interpretaciones proféticas y milagosas. En este contexto deben ser entendidas las profecías que falsificó una joven novicia y atribuyó a la madre Rafols. En ellas se explicaba el régimen republicano en clave apocalíptica, llamando al combate por la restauración del Reino de Cristo. Estas predicciones contribuyeron a movilizar a la población contra el gobierno y politizar todavía más las prácticas religiosas.
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