La industria petrolera mexicana constituía, desde 1938, un bastión nacional simbólico que las borrascas neoliberales (tan potentes en la región) no habían conseguido tumbar. Pero esto se ha acabado: mientras el país "celebra" el vigésimo aniversario de su Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Cánada, el presidente Enrique Peña Nieto ha decidido liberalizar el sector energético a los inversores.
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