No obstante la mediocridad de unos líderes internacionales que parecen no haber aprendido nada de la lección de vida, conciencia y dignidad de Nelson Mandela, y pese a algunos episodios chuscos que estuvieron a punto de convertir en un esperpento la ceremonia, como la imagen de un intérprete para sordos que era un impostor, el funeral por Madiba concentró a más de 80.000 personas en el estadio Soccer City de Johannesburgo y a millones a través de la televisión y las redes sociales en Internet. El mundo se despide de este gigante de la paz, la libertad y las ideas, la última leyenda del siglo XX, un mito para quienes aspiran al cambio porque creen que otro mundo es posible.
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