Sin la inspiración de la Iglesia, defiende el autor de este artículo, no será posible el desarrollo sostenible. Un desarrollo sostenible, claro está, a nivel mundial, que incluya el crecimiento económico, la inclusión social, la sostenibilidad del medio ambiental, las buenas prácticas de gobierno. Todo ello sustentado por una ética global creíble y factible. La ética que inspira desde hace más de cien años la Doctrina Social de la Iglesia
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