Decía Thomas Kuhn que el ser humano experimenta una necesidad psicológica de posicionarse con respecto a su entorno, y que tras tomar conciencia de éste, inventará una visión del mundo que lo vincule a su hábitat (Kuhn, 1957: 6). A lo largo de la historia, diversos grupos humanos han construido distintas dicotomías en un esfuerzo por armonizar conceptos antagónicos arraigados en la sociedad y en su entendimiento de la naturaleza.
En la interacción entre lo que suele denominarse «lo real» y «lo ficticio», se asume con relativa facilidad un sentido del agente: la del sujeto humano sobre lo creado. Sin embargo, este sentido se invierte en ocasiones, y son los personajes o la obra de arte los que pueden modificar «la realidad».
En este artículo se exploran diversos ejemplos artísticos, y en especial el singular caso de la novela de Wilhelm Jensen «Gradiva. Una fantasía pompeyana» (1903), donde las esferas de la persona creadora, sus circunstancias y el elemento creado se entremezclan, se vinculan y se modifican mutuamente.
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