A. Farnós Visedo, F. Benet Iranzo
Muchos han sido los avances en la implantología desde que Branemark, tras diez años de ensayos clínicos, definiese las bases científicas necesarias para lograr la osteointegración en 1977. De los seis requisitos iniciales propuestos en su protocolo para lograr la osteointegración ni siquiera uno permanece inalterado. Tanto el material de composición como el diseño y el terminado del implante han ido cambiando a lo largo de los años. Tampoco es un requisito indispensable que la cicatrización de los alveolos tras una extracción se haya completado. Pero, además, son las condiciones de carga y la técnica quirúrgica las artes de este protocolo inicial que más están cambiando en la actualidad. Las nuevas tendencias en cirugía implantológica tienen dos objetivos fundamentales. El primero, conseguir resultados de una manera más rápida, reduciendo así los tiempos de espera para el paciente mediante los protocolos de provisionalización y carga inmediata. Como segundo objetivo, se trata de minimizar el trauma quirúrgico que como consecuencia traería una mejora del cuadro posoperatorio mediante la cirgía sin colgajo y la implantologúa mínimamente invasiva (IMI). El objetivo de este artículo es definir qué es implantología mínimamente invasiva (IMI), clasificar los distintos grados de IMI, presentar sus ventajas e inconvenientes, además de comparar la IMI con la cirugía sin colgajo o implantología mínimamente invasiva intuitiva (IMII), haciendo hincapié en los peligros y problemas potenciales que ofrece esta última modalidad quirúrgica.
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