"Comunidad imaginada" según el historiador Benedict Anderson, la nación a menudo se analiza en términos subjetivos, y la pertenencia nacional se percibe como propia del mundo de las impresiones: uno se "siente" -más de lo que es- francés, mexicano, argelino o japonés. Sin embargo, este enfoque descuida un factor preponderante: la ciudadanía está anclada en la ley y codificada jurídicamente por el poder político. Derecho del suelo (simple, doble o diferido), derecho de la sangre (incondicional o limitado a un cierto número de generaciones), naturalización, atribución por medio del matrimonio, etc.: cada Estado es libre de definir cómo concede la nacionalidad, en ocasiones produciéndose injusticias flagrantes.
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