En los últimos años, el manejo de la cardiopatía isquémica crónica ha mejorado y se ha reducido la mortalidad. A pesar de la optimización del diagnóstico y el tratamiento, la angina puede persistir y causar un grave impacto en la calidad de vida. Aunque los efectos beneficiosos de la prevención secundaria cardiovascular en cuanto a morbilidad y mortalidad se han demostrado ampliamente, la falta de adherencia a los tratamientos, la inercia terapéutica y la inequidad social son problemas frecuentes. Los pacientes con antecedentes de enfermedad coronaria tienen riesgo de padecer un nuevo evento coronario. El seguimiento sistemático y una correcta estratificación de riesgo pueden ayudar a mejorar los resultados
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