Los tributos enviados a las capitales de la Triple Alianza contribuyeron sustancialmente a la expansión del imperio, al crecimiento y la estabilidad económica de esas capitales, y a la suntuosidad de palacios reales, eventos políticos y ceremonias religiosas. Conforme el imperio prosperó, las exigencias del tributo se hicieron más gravosas y se puso más énfasis en los bienes suntuarios.
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