El urbanismo de principios del s. VI d.C. se enfrenta a grandes retos, dado el debilitamiento del tejido social, el fortalecimiento de las villas, la prioridad de las construcciones defensivas y la cristianización del paisaje. Diversas constituciones imperiales plasman una línea clara de actuación política en este ámbito, que en muchas ocasiones es contestada por sus contemporáneos. Se consolida, pues, un nuevo modelo de núcleos urbanos, en el marco de una estructura administrativa que tratará de dar mayor cohesión al Imperio.
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