Desde los años 70 del pasado siglo XX, existe una crítica generalizada respecto de la función de las prisiones en la sociedad actual como modo de cumplir el objetivo que tienen encomendado. Sin embargo, la permanente supervivencia de esta pena desde que se instauró a finales del Siglo XVIII, viene demostrando que no existen alternativas a este modelo de castigo, ni a corto ni a medio plazo, y quizás tampoco a largo plazo, particularmente para quien ha cometido delitos especialmente graves. ¿Seguirá siendo la prisión el principal referente del castigo penal en el futuro?. A este interrogante pretende dar contestación el autor de este artículo.
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