Este artículo trata de ser una reflexión sobre el lugar que ocupan los aprendizajes relacionados con las emociones y su resonancia corporal en el ámbito académico y como la exclusión de los mismos puede estar causada por una profunda y enraizada discriminación por razón de género.
Tras una exposición inicial de los presupuestos desde donde me posiciono, muestro dos experiencias ilustrativas de lo argumentado:
Una es el resumen del trabajo realizado como coordinadora y facilitadora en el curso de Atención a Víctimas de violencia de género organizado por la ESPA, para Policías Municipales.
La segunda es la actividad vivencial y la posterior descripción y análisis de una de las dinámicas vivenciales que empleo en mi trabajo con grupos y que guarda una estrecha relación con lo expuesto teóricamente, como ejemplo de la metodología que suscribo. Es la traducción corporal del trabajo sobre las relaciones dominio sumisión y las relaciones de iguales.
En conclusión, mi profunda convicción es que los aprendizajes serán más justos e igualitarios cuando el cuerpo y lo intelectual dejen de estar escindidos y sean contemplados de un modo integral. Por eso propongo en esta comunicación la realización de esta experiencia vivencial
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