Orfeo movía árboles, rocas y flujos de ríos, cosa que viene a ser lo mismo (aunque en más grande) que lo que hace un artesano africano cuando esculpe. Para un animista, un árbol no es un árbol, ni una roca es una roca, ni un río es un río: el árbol, la roca, el río, son él mismo, su esencia y la de sus antepasados.
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