El niño juega solo en la habitación de sus padres. Mueve distraídamente la puerta del gran armario hasta que, de forma inopinada, el espejo del vetusto mueble forma el ángulo adecuado con el que reposa sobre el tocador de su madre y el niño observa, fascinado, su imagen repetida en cascada hasta el infinito. Ahora, casi todo lo que pasa tiene un espejo delante. La tecnología nos permite sin apenas esfuerzo todo, incluso a gente que está a su vez captando nuestra imagen reflejada, o nuestra imagen mientras captamos reflejos, o nuestra imagen reflejada mientras captamos reflejos. También podemos reproducir ese reflejo en la red, como nos recuerda este nuevo capítulo de la historia de internet. Lo difícil es conseguir, como el niño en el dormitorio, el efecto cascada
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