Ahora, cuando los lectores electrónicos se han convertido en eso tan tonto que es el regalo de moda, cabe pensar si una versión evolucionada de los mismos, u otro artefacto similar cualquiera, no nos sustituirá como conservadores y distribuidores del conocimiento y de la belleza. Ante una perspectiva de supervivencia de la especie que parece cuanto menos complicada, este nuevo capítulo de la historia de internet se hace eco de la existencia de una pugna entre quienes defienden la pervivencia de los hombres y los que abogan por la preservación de su conocimiento.
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