No estaba sentado en el banquillo, pero sus adversarios políticos ya le han sentenciado. El gobierno de Aznar le señala como el inductor de la guerra sucia y están dispuestos a hacer todo lo posible para convertirle en un cadáver político. Felipe González y el PSOE se defienden poniendo en duda la justicia de la sentencia del Supremo contra Barrionuevo y Vera.
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