La segunda semana de julio registró escasa actividad militar en torno a Santiago, tanto en el campo español como en el norteamericano, a excepción de algunos bombardeos de la artillería naval y terrestre para doblegar las escasas fuerzas que ya quedaban en el bando sitiado. Finalmente, Santiago se rindió sin lucha, en medio de una serie de confusas órdenes cruzadas entre el jefe de la defensa, general José Toral, su superior en La Habana, Ramón Blanco y el Gobierno de Madrid. Ni la rendición se hizo bien en aquella guerra.
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