El Partido Socialista presentará en las elecciones generales del 2000 a un hombre histórico, íntegro y clave en los últimos años del PSOE: a su propio secretario general, Joaquín Almunia. Sustituto del carisma de Felipe González, de quien tomo el testigo, ha hecho olvidar a sus seguidores el mal trago de las primarias que ganó Borrell. Ahora, tiene un nuevo reto: derrotar a José María Aznar y devolver el poder a su partido.
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