Jordania, poco más que un polvoriento desierto de 89.000 kilómetros cuadrados, sin ninguna riqueza natural, está de pronto en boca de todos. El rey Hussein, moribundo, sorprendió a propios y extraños al cambiar al sucesor de la corona hachemí. Designo a su hijo mayor Abdalá y retiró, de malos modos, a su hermano Hassan.
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