Veinte millones de brasileños reclaman un trozo de tierra para trabajar en un país donde unos pocos latifundistas concentran la propiedad. Unidos en una de las organizaciones más poderosas de Latinoamérica y apoyados por la Iglesia, echan un pulso al Gobierno de Cardoso, que presume de haber expropiado 12 millones de hectáreas
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