El sátrapa deja tras de sí una dictadura que traumatizó a Chile, un rastro de muerte, tortura y latrocinio aún no superados y una habilidad abyecta para zafarse de la justicia, a la que ahora se enfrentan su familia y sus subordinados. La muerte de Pinochet inaugura el principio del fin de la transición en un país por fin libre de la sombra del dictador, pero que descubre también profundas heridas aún por cicatrizar.
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