Tras la tragedia, llegaron el caos y la inseguridad. Después del terremoto, vinieron el hambre, el frío, el miedo y la indignación de miles de damnificados, obligados a defenderse del pillaje y a vagar mendigando comida y agua. El seísmo se ha convertido en un "Katrina" peruano. García ha querido capitalizar su gestión de la crisis, pero gracias a la descoordinación oficial, la zona afectada ha sido el paraíso del "sálvese quien pueda", a pesar de los esfuerzos ingentes de la ayuda internacional.
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