Tras el anuncio de su retirada, que se hará efectiva en siete semanas, Blair trata de sacar lustre a un legado agridulce, que se cierra con el broche de oro de la paz en el Ulster, pero empañado por los errores de Irak. Deja tras de sí una década gloriosa para el laborismo y una pesada herencia para el partido- hoy en horas bajas- y para su probable sucesor, Brown
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