La guerra interna abierta en el seno del PP le pasará factura electoral, muy por encima de la corrupción destapada en varias comunidades, a la que tantos votantes disculpan. Las órdenes emanadas desde la sede central de la calle Génova no se respetan en Madrid ni en Valencia. La baronesa y Gallardón no cesan de marcar los límites de sus propios territorios, pero para ampliarlos, con las miras puestas en alcanzar La Moncloa, aunque para ello sea preciso dejar a Rajoy en el más espantoso ridículo. A Ricardo Costa, cesado, Camps lo mantenía en remojo, hasta que lo han fulminado.
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